miércoles, 24 de junio de 2009

Disgustos.

La entrada "Amores variados" me ha costado un disgusto. Un disgusto enorme.

La fiesta de cumpleaños de mi hermano fue estupenda. Una verdadera sorpresa para él preparada hasta el mínimo detalle por su mujer. Participé con interés y disfruté mucho. Durante muchos días mi cuñada y yo trabajamos a escondidas, recopilamos fotos, hicimos un montaje de fotos y música, preparamos comida para unos doscientos, bebida para otros tantos, ensayamos la puesta en escena, intercambiamos correos con todo el mundo y, llegado el día, disfrutamos como nunca de la compañía de todos los amigos y de la emoción del interesado. Los más allegados escribimos unos textos para un libro que encuadernó un amigo de la infancia (luego copio el texto que yo escribí) que resultó un hermoso regalo.
No obstante, para mí lo mejor de todo fue tener la oportunidad de convivir estrecha, aunque secretamente, con mi cuñada los días anteriores. Trabajamos y nos divertimos juntas. Creo que establecimos un vínculo de amistad por encima de cualquier otro. Nos abrazamos felices tras el éxito de la fiesta.

Y, al final, lo estropeé todo.

Al día siguiente, cuando recogíamos, le dí una impresión de la entrada "Amores varios".
La siguiente vez que nos vimos (quizá una semana más tarde) noté su frialdad.
Ella tuvo el arrojo de abordar el tema sin rodeos. Estaba ofendida y, lo que es muchísimo peor, dolida de verdad.
El horror me paralizó. ¿Cómo podía haberlo estropeado todo de una forma tan estúpida?
¿Cómo no darme cuenta de que el sarcasmo podía dolerle?
Me odié de inmediato. Pedí mil disculpas. Lloramos.
He tardado muchos días en poder enfrentarme al texto otra vez.
Entiendo su reacción. A mí tampoco me hubiera gustado, de ser yo la interesada.
Pero no hay marcha atrás.
Sé que ella está pasando la página. Seguro que lo hará antes que yo porque es generosa y se que ganará el agradecimiento.

En mi proceso de expiación están apareciendo muchos fantasmas interiores, tantos, que no sé si soy un monstruo. ¿Por qué lo escribí? y, sobre todo ¿por qué le dí a ella una copia?
Nada de indulgencias.
Espero haber aprendido una (la enésima) lección y espero que ella, además, lo olvide pronto.


El texto que escribí para el libro es el sigueinte:

"Querido Alvaro: He comprobado a lo largo de estos cuarenta
y ocho años de convivencia que no hay otra persona
en el mundo con la que me entienda mejor. Basta una mirada
de reojo en cualquier situacion y, sin necesidad de palabras,
los dos sabemos no sólo lo que el otro piensa sino tambien lo
que siente. Todavía, y puede que cada vez más, me emociona
que eso ocurra. El día que se llevaban a nuestro padre en una
ambulancia, bastó una de esas miradas para que tú dieras el
paso al frente y te colocaras a su lado en la camilla asumiendo
mi sufrimiento con toda generosidad. No sabes cómo te lo
agradecí. Fueron momentos duros en los que crecimos de repente
y, como siempre, en perfecto acuerdo. Debe ser un milagro
por lo civil eso de ser tan distintos y, a la vez, tan iguales.
Como tú y como Carlos, se que siempre contaremos los unos
con los otros, sin necesidad de pedir, sin necesidad, siquiera,
de decir nada.
Te quiero hermanito; espero celebrar contigo otros muchos
cumples."



Ya véis, voy a tener que darle la razón alos que me decían que el blog me iba a dar algún disgusto.