jueves, 2 de abril de 2009

Mi identidad anterior no me daba más que disgustos.

CARIDAD SI, PERO CON OTROS
Es un lugar común el de que nadie es abortista. Y yo estoy en tal lugar. Pero no puedo evitar compadecerme de las mujeres rotas que con dolor acaban bruscamente con un embarazo que comenzó sin duda de la misma manera, y no porque su decisión vaya a acarrearles tristezas futuras, dolores de conciencia o penas del infierno sino porque muchos las juzgan y condenan sin ninguna piedad y, por supuesto sin la caridad cristiana que –deberían saberlo los cristianos- impide abandonar al que sufre (o peca, según los cánones). Será por deformación profesional pero lo cierto es que no me gusta juzgar a nadie y menos por asuntos que conciernen de forma tan íntima a la conciencia de cada cual. Debe ser que me corroe el relativismo puro que Benedicto tanto ataca. Puede ser y, en tal caso, yo también estoy perdida para la gloria. Pero no creo que sea un delito dar protección a las mujeres para que no se desangren en cualquier tugurio de mala muerte y ayuda para que puedan amar y criar a los hijos que, finalmente, tengan. Y el que quiera que rece en el silencio de su casa o parroquia, pero, por favor, sin pancartas, sin gritos, sin arengas. Mita. Gracias por Cernuda.